El pasado miércoles 1 de diciembre Maduro se confesó. Y como se dice en el campo jurídico a confesión de parte relevo de pruebas. En acto público afirmó: “El bloqueo del corazón y de la mente, la indolencia, la incapacidad, la corrupción, la ineficiencia es peor que el bloqueo gringo así lo digo hoy, 1 de diciembre del año 2021”. Así en una aparente autocrítica resumía fallas en la gestión de gobierno.
Se le acaba el gastado discurso de la excusa de las sanciones económicas como culpa de los males y deficiencias evidentes de su gabinete.
De tal manera, que con sus propias palabras el resumen de la gestión de Nicolás Maduro desde 2013 se caracteriza por: indolencia, incapacidad, corrupción e ineficiencia. La consecuencia de ese coctel es el crecimiento de la pobreza, un caos generalizado en los servicios públicos y millones cruzando fronteras, huyendo de la miseria.
A esas características de la gestión de Maduro debemos agregar otra: maldad. Para mantenerse en el poder ha recurrido a todas las formas posibles de violencia contra el pueblo: detenciones arbitrarias, torturas, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales por miles de jóvenes en zonas pobres y cientos de manifestantes asesinados. Maldad hasta el nivel que en su gestión se han perpetrado crímenes de lesa humanidad. Con un currículo de gestión así, lo más decente sería renunciar.
Pero no es la primera vez que se da golpes en el pecho, en una falsa autocrítica. Primero, por allá por el 2014 asumió las llamadas tres R, pregonadas por Chávez: Revisión, Rectificación y Reimpulso que se convirtieron en frases vacías que no generaron ningún cambio positivo.
En 2018 afirmó nuevamente en transmisión pública: “No estamos haciendo lo suficiente ni lo estamos haciendo bien, hay cosas buenas que hacemos, pero no quiere decir que las estamos haciendo bien ni estamos haciendo lo suficiente”. Llamó a transformar el liderazgo de la “revolución” y tres años sigue la misma cúpula destruyendo al país por los cuatro costados y abusando del poder.
De tal manera que el nuevo mea culpa serán palabras vacías las cuales no se traducirán en nada positivo para el pueblo. Seguirá gobernando junto a su cúpula para una minoría, arruinando a las mayorías cada vez más angustiadas por la miseria y limitaciones.
Tantas veces ha prometido reimpulsar Barrio Adentro y sigue en ruinas. Han reimpulsado cuatro veces la Misión Guaicaipuro y los pueblos indígenas más empobrecidos. Han prometido mejorar el transporte del metro y se deteriora día a día, así como el resto del transporte público. La lista de promesas incumplidas es inmensa. Millones de dólares despilfarrados y malversados llevando más miseria y sufrimiento a los hogares.
No hay ninguna voluntad de cambio. Lo están demostrando una vez más robando al pueblo su voluntad de elegir en el estado Barinas. Si no gano, arrebato, es la filosofía del gobierno. Para ello cuentan con un poder judicial al servicio de sus intereses y fechorías.
La confesión de Maduro que su gestión de gobierno es un fracaso, debe servir para que muchas más personas se convenzan que mientras se mantenga la cúpula que gobierna, el desastre continuará. El cambio no solo es necesario sino urgente.
Cada espacio que le ganemos ejerciendo nuestros derechos, apuntala el avance hacia un futuro mejor.
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